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martes, 13 de abril de 2010

Juan Velarde

El riesgo europeo acecha a España

Tiene toda la razón Susana Alcelay cuando en su artículo «Tragedia griega y fiasco europeo», en ABC de 28 de marzo de 2010, señala que «las reticencias de Angela Merkel a acudir en rescate de la maltrecha economía griega, además de salvar la cara ante un electorado contrario a apoyar a países perezosos, plantean numerosos interrogantes sobre el presente y el futuro de la Unión». Este es un problema de primerísima magnitud para España. Nuestro país aceptó esfuerzos notables para ser una nación comunitaria, tanto en los preludios que van del Acuerdo Preferencial Ullastres de 1970 al ingreso comunitario el 12 de junio de 1985, incluyendo en ellos la Reconversión Industrial Solchaga, desde la Ley 21/1982 de 9 de junio hasta nuestra integración en el ámbito comunitario en 1985, aparte de lo que aconteció a partir de entonces.
Carlos Espinosa de los Monteros estimó, en «La Gaceta de los Negocios» el 21 de diciembre de 1992 que esta reconversión había costado cuatro veces la media comunitaria de procesos de este tipo. Pero, ¿qué nos hubiese sucedido si no se hubiese llevado a cabo este proceso? El choque comunitario a partir del 1 de marzo de 1986, momento de nuestra integración efectiva, hubiese sido catastrófico. Sumemos además las consecuencias que tuvo, porque sin esa incorporación no se explica la fuerza de la crisis económica que alcanzó su culminación de 1993 a 1996. Efectivamente, España precisaba para su expansión, incorporarse a Europa, pero conviene repetir que los costes de ello fueron considerables, y como sucedió sucesivamente con Giscard d´ Estaing y con Mitterand -véase sobre esto el libro de Attali, «Verbatim»-, la ayuda comunitaria más bien, en esa etapa previa, brilló por su ausencia. Después fue muy diferente. Pero ahora, ese entramado en el que hemos entrado, evidentemente cruje, sobre todo en la parte que se relaciona con la Eurozona. Efectivamente, declarando poco menos que Milton Friedman era un liberal y monetarista que chocheaba, se consideró que era absurda su profecía de que el día que Europa entrase en una seria crisis económica, surgirían con fuerza los nacionalismos, porque no se había acertado en Europa con la creación de un sentido político integrador nuevo. Pierre Antoine Delhommais al recordar todo esto, que los economistas tenemos muy presente, en su nota «L´euro made in USA», en «Le Monde» de 28/29 de marzo de 2010, agregaba que «el edificio se hundirá porque los países de la zona del euro no tendrán la homogeneidad política, social, cultural y lingüística de Estados Unidos, porque no existirán los Estados Unidos de Eurozona. Todo el mundo tomará conciencia de ello, pero demasiado tarde, de que no puede haber unión monetaria sin unión política, euro sin Gobierno europeo».
Ya en estos momentos y en relación con la pequeña economía griega contemplamos un choque francoalemán, los dos países clave en la vida de la Unión Europea. Las feroces declaraciones de Christine Lagarde al «Financial Times» denunciando «el egoísmo de la política alemana», lo confirman.
De pronto es necesario recordar la respuesta de José Larraz a J. Guillerme Brulen, publicada en «Le Figaro» el 19 de febrero de 1965, quien le preguntaba: «¿En qué se funda usted para afirmar que, sin integración política, la Comunidad Económica Europea terminará por desintegrarse?» Larraz le contestó: «Según la Historia, las previas integraciones políticas han creado fuertes integraciones económicas: la unidad política del Reino Unido, la de Francia, la de España, la federación de los Estados Unidos de América, la de Suiza. Por el contrario, el mercado común cosmopolita del libre cambio (1860), de espaldas a una integración política correlativa... fue una aventura que apenas duró veinte años». Claro que Larraz no mencionó el caso de Alemania. La unidad económica que se puso en marcha con la Zollverein -la Unión Aduanera- en 1834, provocó la unificación política que se logró, en gran parte por eso, tras la victoria prusiana de 1870, al proclamar Emperador de Alemania a Guillermo I, en la Galería de los Espejos del Palacio de Versalles. Cuando List comenzó a procurar la unión aduanera a partir de abril de 1819 en el mundo germano, pensaba esencialmente en términos económicos. Pero de ahí procedió la unión política. Por tanto, nada de pensar, respecto a Europa, en estos duros momentos, que por fuerza ésta se va a deshacer. Pero que existen riesgos, es evidente. Y los esfuerzos españoles de antaño para participar en el reto europeo no deberían saldarse ahora con un fracaso colectivo continental.

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