¡CAMPEONES!!!!!!

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lunes, 19 de abril de 2010

Juan Velarde

¿Y cómo se sostiene esto?

Es muy importante el trabajo de Javier González Navarro, «El medio millón de parados que el Gobierno hace desaparecer cada mes, localizados», publicado en ABC el 4 de abril de 2010. Es acertada la suma de parados «con disponibilidad limitada», más asistentes a los «cursos de formación y antiguo PER», añadidos a los parados admitidos oficialmente de acuerdo, no con los criterios económicos habituales entre los analistas del fenómeno, sino con arreglo a decisiones puramente administrativas. De ahí los recelos que ofreció siempre esa cifra mensual y el motivo de que se prefiera para las estimaciones econométricas la trimestral del INE ofrecida por su Encuesta de la Población Activa. Véase, si ir más lejos, que esa estimación trimestral es la que se encuentra tras el valioso artículo de James Costain, Juan F. Jimeno y Carlos Thomas, «Fluctuaciones del empleo en un mercado de trabajo con contratación dual», publicado en el Boletín Económico, del Banco de España, de marzo de 2010. Pero además, la importancia de la estimación de ABC, es la de respaldar las cifras trimestrales mucho mejor que la que el Ministerio de Trabajo exhibe.
Y cuando así comprobamos que en febrero de 2010 tenemos nada menos que 4,6 millones de parados -o sea, el 20% de la población activa- surge la pregunta de dónde se halla la posibilidad de sostener sin tremendos conflictos una cifra tan alta. La respuesta se encuentra, en primer lugar en el Estado de Bienestar. Pero éste se halla acongojado ya por la carga de las pensiones derivada de una población envejecida y con una esperanza de vida creciente, aparte de la carga derivada de un gasto en el sistema de salud al que se intenta ahora mismo poner coto, alterando un sistema autonómico de transferencias que se ha visto que era una carga insoportable, pero al que contribuye también el envejecimiento de la población, porque los ancianos son mucho más costosos que los jóvenes en este sentido. La única salida, al aumentar el paro, es incrementar el gasto público, pero esto choca con la necesidad de reducir el fortísimo déficit del sector público alcanzado en 2009, porcentaje cuya rebaja es exigida tanto por las principales potencias de la Eurozona como por los mercados financieros. De este modo, la colocación de la Deuda pública capaz de seguir financiando esas atenciones tendría que hacerse a tipos de interés más alto que los actuales, con lo que se frenaría la actividad, se crearía más desempleo, y un círculo vicioso surgiría con fuerza.
Por tanto, es seguro que los parados van a tener dificultades sumas para mantener unos niveles aceptables de ingresos. De ahí que unos -sobre todo los jóvenes-, se refugien en el seno de las familias, que por ello disminuyen su capacidad de consumo, con lo que las condiciones de la crisis se agravan. Aparte de que ese proceso, en todos los sentidos reduce la natalidad, lo que es garantía de un envejecimiento aun mayor de nuestra población, y por ello, de problemas futuros adicionales muy serios. Otra salida es la de la economía sumergida. Ésta ya ha superado los porcentajes habituales, aquellos que el profesor Serrano publicó tras las investigaciones que dirigió en la Universidad de Zaragoza. Esto último supone que, a espaldas de los sindicatos, al presionar éstos contra una seria modificación del mercado de trabajo, los salarios se rebajan, con lo cual el fracaso de estas organizaciones es patente: generan, simultáneamente desempleo e ingresos más bajos.
También aletea en algunos estudios incipientes otra salida: la relacionada con la economía criminal, o con prácticas que atentan a la dignidad de la persona humana. Van desde la prostitución al incremento del tráfico de droga, y desde luego, a otras tareas criminales. Atajarla sólo se puede hacer con gasto público adicional, con el complemento de lo que puede originarse en su proyección sobre inmigrantes aunque sean ajenos a los valores tradicionales de la cultura cristiano occidental, los cuales algo alivian estas circunstancias.
Estamos, pues, introduciéndonos cada vez más en aquello que llamó Myrdal por primera vez en aquel libro sugestivísimo titulado «An American Dilemma» (Harper, 1944), con antecedentes en la obra fundamental de Wicksell, «Interés y Dinero», una «causación acumulativa -o circular- negativa», esa que, si no es atajada a tiempo, engendra, no una crisis temporal, sino una decadencia que puede prolongarse indefinidamente.

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