La autopsia
Por el contrario, con todo a favor, con el camino a Moncloa aplanado por la desintegración 'zapateriana' antes que por nervio propio, Rajoy pronunció uno de los discursos más castigadores, argumentados y vibrantes desde que es líder de la oposición. El Parlamento es su hábitat natural, y ayer se aporreó el pecho como King-Kong vindicando los dos años de exigir todo cuanto 'Zetapé' consiente ahora, sin posibilidad de reparar ni el tiempo perdido ni su justificación como líder que, en situación de alarma nacional, debe ejecutar medidas en las que jamás creyó, fracasadas las de su empecinamiento narcisista. Rajoy se regodeó incluso con el traspaso desde la derecha a la izquierda de la fama de predador social.
Este cambio de rumbo exigido por líderes extranjeros nos devuelve a la reflexión de Ortega de que España es el problema, y Europa, la solución. Estaremos mejor gobernados con una intervención en la soberanía que no alcanza para imponernos un complejo de protectorado, pero sí para salvar el destino de España de la miserable riña politiquera y del colapso mental del presidente en los que estaba trabado. Si nuestras obligaciones con el exterior son las que han modificado la inercia suicida del Gobierno y la transformación de España en un apestado internacional, bienvenidas sean éstas. Y obedezca 'Zetapé' como ha empezado a hacerlo con tanta disciplina que lo que era intocable el domingo fue tocado en el tijeretazo de ayer. Pero, aun así, ¡qué triste espectáculo!, el del presidente que iba a meternos en la 'Champions' de la economía y se mofaba del miedo a ser superados de Sarkozy y Berlusconi, diciéndoles ahora «Sí, 'bwana'». ¡Qué crueldad del destino!, agarrar al presidente del antiamericanismo de pancarta y obligarle a cuadrarse y cambiar por una llamada de la Casa Blanca.
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