¡CAMPEONES!!!!!!

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domingo, 2 de mayo de 2010

David Guistau

AL ABORDAJE

El silencio de los corderos

Malévolos como lo son, es posible que ustedes crean que luchar contra Franco 35 años después de muerto éste no constituye el más corajudo de los propósitos. Que semejante bizarría habría tenido mérito cuando el dictador tensaba brazos en la plaza de Oriente. Pero que ahora apenas sirve para apañar uno de esos pedigrís antifranquistas, de naturaleza cosmética, que reparan biografías silentes y permiten, a modo de salvoconducto moral, el acceso a infinitas ventajas en el Régimen de progreso.

Entre los valientes que se han puesto a derrocar a Franco animados por la causa contra Garzón, y a los que no desalienta la escasa atención que puede prestarles ya el dictador, hay jóvenes obligados a reñir de forma retrospectiva una lucha para la que llegaron tarde: un ejercicio tan inofensivo y catártico como las guerras de Play Station. Pero también hay gente madura, que vivió y trabajó bajo el franquismo, y que en algunos casos tiene manipuladas sus biografías oficiales para que éstas arranquen en el 76, como si hubieran accedido a su primer curro con treinta años cumplidos. Se borran un pasado que refuta sus actuales ínfulas de represaliados. Porque, ¿acaso no cabe preguntarse dónde estaba esta pasión por la libertad, tardía en casi cuatro décadas, cuando Franco era hombre y no polvo?

La respuesta la ha dado Pedro Almodóvar. Dice que su venganza fue el silencio, que su lucha consistió en no pronunciar jamás la palabra «Franco». Qué par de cojones, así se combate una dictadura: haciéndole vacío igual que las lindas de guateque aplastan con un mohín de disgusto al tabarrón que pretende ligarlas. Seguro que el fascismo se colapsa así, y no desembarcando en Omaha Beach, ni imprimiendo pasquines, ni agitando conciencias, ni marchándose al exilio o al cautiverio. La técnica Almodóvar: joderles con indiferencia hasta que no puedan más y salgan con las manos en alto. El pelotón de Spengler es en realidad gente que finge que el enemigo no existe, al menos hasta que lleve muerto 35 años.

Como ven, sí lucharon. En alianza con la biología, que remató a Franco cuando ya lo tenían al borde de la rendición, desesperado porque no le hacían caso. Para comprender el rigor de esta vida de infiltrados, basta tomar el ejemplo de otro de los garzonistas recientes: Pepe Sacristán. Hubo de guardar un silencio táctico, con las ganas que él tenía de decirle de todo a Franco como ahora. Y, mientras tanto, tuvo que soportar con disciplina la humillación de que el Régimen, a mala leche, le hiciera trabajar a destajo y le convirtiera en un cómico popular -nadie ha hecho de tonto como Sacristán-, en un actor famoso, querido y rico. Lo sobrellevó como un héroe.

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