¡CAMPEONES!!!!!!

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domingo, 2 de mayo de 2010

José Mª Marco

Homenaje a Montaner

Los antifranquistas con cuarenta años de retraso, al estilo de Garzón y los titiriteros de la ceja, tuvieron el viernes una excelente ocasión para aprender lo que es la honradez, la dignidad y el sacrificio por la libertad y por la patria. Y es que Carlos Alberto Montaner, el gran escritor cubano, ha vuelto por unos días a Madrid, que fue durante tantos años su casa. Esta vez vino para recibir el Premio que otorga el muy liberal Instituto Juan de Mariana, en una cena que se ha convertido en un acontecimiento de la vida madrileña, la Cena anual por la Libertad. El liberalismo, que muchas veces tiende a la abstracción y a la racionalización, encuentra en Montaner un ejemplo moral y una inspiración emocional. Desde su encarcelamiento y su exilio en 1961, se ha pasado la vida trabajando para sus compatriotas. Es un hombre elegante, generoso y bueno, y Zoe Valdés, otra gran escritora también exilada, nos recordó cómo su amigo se ha esforzado en plantar cara a la vulgaridad y a la mentira enseñando la libertad en sus escritos y en su estilo, ese estilo que nace de una cortesía y una amabilidad de siglos, y crea una atmósfera respirable, humana, que nos hace mejores porque nos ayuda a tener siempre en cuenta a los demás. Como muchos otros exiliados, Montaner es hijo de una refinada civilización española y cubana. Podía haber pasado su vida cultivando su inmenso talento sin meterse en problemas. Pues bien, nunca, ni un solo día de los muchos que yo he tenido el privilegio de hablar con él, dejaba de estar presente la preocupación por la situación de Cuba, por las penalidades de algún compatriota, por el dolor de una familia o la frustración de un proyecto. Esta vez, Zoe Valdés habló de las Damas de Blanco, acosadas de manera infame por los verdugos castristas. Montaner, por su parte, dedicó el Premio a Orlando Zapata Tamayo, que ha dado a la libertad de su patria lo único que podía dar, que era su vida, como los mártires voluntarios de Córdoba, en el siglo IX, dieron testimonio de su fe con el sacrificio de la suya.

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