¡CAMPEONES!!!!!!

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jueves, 20 de mayo de 2010

Pedro G. Cuartango

Degradación termodinámica

Uno de los principios físicos más elementales es la segunda ley de la termodinámica, que viene a decir que todo sistema tiende al desorden y se degrada mediante un aumento de la entropía. Todo lo que percibimos, incluidos nosotros mismos, se halla sometido a esta ley.

Esa degradación termodinámica es especialmente visible en la sociedad española, en la que la crisis económica ha acentuado el deterioro de un sistema político que está poniendo en evidencia su falta de capacidad para responder a los retos no ya del futuro sino del presente.

Muchos analistas achacan esta ausencia de respuestas a las limitaciones de Zapatero y Rajoy como líderes, pero yo creo que se trata de un análisis simplista. Lo que la dramática situación que atravesamos está sacando a la luz es la esclerosis de una instituciones políticas que no sólo no resuelven los problemas sino que además los agravan. Ni el Gobierno, ni los partidos, ni el Parlamento ni los poderes regionales han sabido estar a la altura del desafío porque ni han podido ponerse de acuerdo en el diagnóstico de la crisis ni tampoco en las recetas, lo que ha agravado extraordinariamente la situación.

Tal ceguera colectiva sólo puede explicarse por ese sectarismo tan consustancial a nuestra historia en los dos últimos siglos. Desde la guerra contra Napoleón, los españoles no hemos sido capaces de ponernos de acuerdo en nada y, salvo breves paréntesis, hemos consumido todas nuestras energías en pelearnos.

El sectarismo ha contaminado las instituciones y las ha degradado hasta convertirlas en caricaturas de sí mismas, de suerte que un diputado se cree obligado por la disciplina de partido pero jamás piensa que representa, por encima de todo, a sus electores. El Parlamento se ha convertido en una institución vacía, que sólo sirve para ratificar lo que se ha decidido o pactado por los partidos.

Lo hemos constatado hace unos días cuando los diputados socialistas aplaudían y avalaban las medidas que Zapatero había prometido que jamás iba a tomar. Lo importante es mantener la fidelidad al colectivo al que uno pertenece, lo de menos son las ideas y los programas. Ni un solo representante socialista se ha atrevido a cuestionarlas en público.

Las instituciones jamás podrán funcionar si empezamos por no creérnoslas y por utilizarlas como un 'boomerang' contra el adversario político, si las vaciamos de contenido y convertimos la mayoría en un ritual para justificar decisiones previamente tomadas sin discusión.

No es extraño que José Blanco prefiriese acudir a un programa de telebasura en lugar de encarar un debate parlamentario, en el que sus palabras se hubieran perdido en el hemiciclo. De lo que no se da cuenta Blanco es de que él también está contribuyendo a esa degradación termodinámica que está matando nuestra precaria democracia, transfigurada en mero espectáculo.

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