¡CAMPEONES!!!!!!

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lunes, 17 de mayo de 2010

Teresa Jiménez Becerril

Las carcajadas de De Juana

Saber no sabemos dónde está De Juana Chaos, pero sus carcajadas se oyen por toda España. Y al final tuvo razón cuando escribió en 1998, contemplando a mi familia, destrozada tras el asesinato de mi hermano y su mujer, que «nuestras lágrimas eran su risa y que acabaría a carcajada limpia». Este terrorista que asesinó a 25 personas -se dice pronto- no ha parado nunca de reírse de sus víctimas. ¿O acaso cumplir menos de un año por cada asesinato no es una burla? La Universidad del País Vasco, con sus títulos especiales para terroristas, ayudó a De Juana a reírse más agusto. ¿Ustedes ven a De Juana con esa cara de matón descontando días por buena conducta? Yo, a ese tío, que pedía champán y langostinos para brindar por los crímenes de ETA, no le regalaba ni media hora de libertad, sino que por cada gesto de prepotencia suyo, a los que los etarras nos tienen bien acostumbrados, le sumaba cinco años de condena... Veríamos cómo durante el siguiente asesinato no pedían ni agua. Pero no, él se reía de todos nosotros porque sabía que siempre habría algún presidente de Gobierno estúpido e ideológicamente confundido que le llamaría «hombre de paz», y algún ministro inteligente y sin escrúpulos que le sacaría de la cárcel por motivos humanitarios. Y él, aún con fuerzas por sus bien controladas huelgas de hambre, seguía riéndose. No conseguimos, los que le hubiéramos dejado en la cárcel de por vida si estuviera en nuestra mano, cambiar la Justicia y volver retroactiva la doctrina Parot, que se extendiera su condena y, con la rabia mal contenida y los ojos llenos de lágrimas, vimos a De Juana Chaos - repito, el terrorista que asesinó a 25 personas- abandonar la cárcel entre los vítores de sus seguidores, quienes leyeron una carta suya en la que seguía animando a continuar en la lucha en la que siempre creyó y que tanto dolor ha traído a mi amada España. La Justicia española lo reclamó y él, desde Irlanda, continuó riéndose con sus amigos del IRA, quienes intentaron convertirlo en taxista, lo cual no le hizo ninguna gracia a Willie Frazer, responsable de una asociación de víctimas irlándesa, quien denunció que el presunto chófer, que se había burlado de todos, tenía un pequeño problema para conducir un taxi, ya que veinticinco crímenes no era una buena carta de presentación. Ya sabemos cómo se las gasta este asesino mal encarado. Cuando no logró reírse a gusto de los tribunales irlandeses, a pesar de los potentes abogados que lo defendían, De Juana Chaos pensaría: yo no espero alegaciones ni vainas; pies para qué os quiero, y a reírse a otra parte. No lo veo yo acudiendo diariamente a firmar a una comisaría; la mansedumbre no acompaña a los terroristas de ese calibre. Su sitio debería ser la cárcel; ni libertad vigilada, ni pulsera electrónica, ni medias tintas, porque quien es capaz de matar a veinticinco personas ni va a reinsertarse, ni a arrepentirse, ni a formar parte de ninguna sociedad. Yo conozco a este individuo, lo observo desde hace muchos años y jamás vi una cara más ruín. Ahora estará riéndose rodeado de sus amigos, esos que dicen que es un perseguido político y que orquestarán campañas internacionales en Europa y allá donde puedan para apoyarlo. Pero, ¿cómo se puede apoyar a un ser tan despreciable, que lleva años riéndose de sus víctimas? Es muy fácil, son pocos los que conocen el verdadero rostro de las madres de los jóvenes que el terrorista asesinó, prefieren oír las carcajadas de De Juana Chaos que el llanto desgarrado de quienes perdieron la carne de su carne. Hoy somos muchos los que oímos las risas de los terroristas, que son liberados ante nuestro estupor e indignación. Y el espectáculo acaba de empezar, las carcajadas de todos ellos se oirán en un futuro próximo por toda España, cuando estos miserables empiezen a abandonar las cárceles, y no dejarán oír los lloros de sus víctimas que impotententes y sin fuerzas volverán sus ojos hacia los españoles de bien para que frenen la vergüenza y la crueldad de negociar políticamente con la sangre de sus seres queridos, asesinados por España y por la libertad de todos los que con nuestro sacrificio construimos este gran país. Yo confío en que al coro de risas de los terroristas, de sus complices y simpatizantes, de sus amigos y de los gobernantes que intentarán hacernos creer de nuevo que nos están trayendo la paz, no se sumen la gran mayoría de mis compatriotas, y que las víctimas del terrorismo sepamos que el pueblo español es decente y apoya a sus víctimas y no a los criminales. España no permitirá que se oigan las carcajadas ni de De Chaos, ni de ninguno de ellos. Si se quieren reír, que lo hagan, pero en la cárcel, que es donde tienen que estar. Quizá si supieran que nunca saldrían de ella se les borraría hasta la sonrisa.

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