ZP, solo
En mi última columna mantuve la tesis de que las medidas que debería tomar el Gobierno contra el déficit deberían ser tan fuertes que sólo el PP, como tal oposición, podría exigírselas. Porque sería el PP quien debiera haberlas asumido. Sólo el PP podría poner «el cascabel al gato», que así titulé mi comentario. Pero me he quedado corto. Hablé de la congelación de los sueldos de los funcionarios pero no de bajadas. Tampoco llegué a suponer los recortes de las pensiones. Y los ha hecho.
Zapatero ha pagado el precio de la gobernación que en ocasiones exige la Historia. Y su propia forma de gobernar. No tenía otra salida. Más allá del coste que supone en su orgullo personal su cambio de la política económica, paga el precio de saberse solo. Siempre pensó que él tenía una especial inteligencia para hacerse comprender por los líderes de los otros partidos. Siempre consideró que la soledad de un partido es demérito de su dirección, el argumento definitivo de sus equivocaciones. Ahora ha sido él quien se ha quedado solo. Por vez primera, el PSOE está solo. Le han dado la espalda los sindicatos como él preveía. Acababa de terminar su discurso y ya era amenazado por sus dirigentes lo que convierte el horizonte político no sólo en dramático, sino también en un mañana morboso. Por ejemplo, los conservadores que criticaban a los sindicatos por la traición de «clase» que supone su renuncia al activismo ¿seguirán animándoles a manifestarse ahora? Y los chicos de la ceja ¿«bajarán a la calle», por decirlo con el lenguaje que utilizaban los poetas sociales en los cincuenta, los Celaya, Caballero Bonald y José Agustín Goytisolo...?
Al terminar la sesión parlamentaria del miércoles Zapatero no tuvo más apoyo que el de algún representante de la patronal. Y siendo verdad que él nunca ha hecho ascos a los representantes del poder financiero también es cierto que estos no son los que pueden dar garantías de progresismo social sobre alguien.
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