¡CAMPEONES!!!!!!

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jueves, 29 de julio de 2010

Luis del Pino

Cuestión de cuernos

Cuando un periodista le preguntó a El Espartero, un torero particularmente temerario, que si merecía la pena arriesgar de esa manera, su respuesta fue: "Más cornás da el hambre". Y de una corná moriría, no mucho tiempo después, en la plaza de Madrid.

No he podido evitar acordarme de aquella anécdota al conocer, hoy, la decisión del Parlamento catalán de prohibir las corridas de toros y ver las indignadas reacciones que dicha decisión ha suscitado.

Me van a permitir ustedes que me desmarque del fervorín general de indignación. Cierto es que dicha decisión del Parlamento es una cacicada más, propia de quien está convencido de que el poder sólo puede demostrarse prohibiendo. Cierto también que las razones que han impulsado dicha prohibición no tienen nada que ver con la defensa de los animales, sino con el deseo de eliminar cualquier vínculo simbólico con España.

Pero la prohibición de las corridas de toros tiene, más allá de las intenciones de quienes han adoptado esa decisión, una importancia a mi juicio menor.

No estamos hablando de una negación de derechos fundamentales. Me causa bastante estupor - ¡qué quieren que les diga! - ver la indignación de ciertas personas que, sin embargo, no han levantado su voz en ningún momento para denunciar lo que sí son atropellos de derechos fundamentales en Cataluña, como por ejemplo el derecho de los padres a educar a sus hijos en castellano. Comparado con eso, la prohibición de los toros en el territorio catalán es una simple anécdota.

La prohibición de celebrar corridas de toros no es sino una restricción más al libre mercado, impuesta desde los poderes públicos. Grave y rechazable, pero no más grave y rechazable, por ejemplo, que las restricciones al consumo de tabaco en los restaurantes (¿quién es el Estado para decirle a un restaurador lo que debe hacer en su propiedad?), que las limitaciones a los horarios comerciales (¿por qué el Estado puede dictaminar cuándo compramos o vendemos?) o que la afiliación obligatoria a las cámaras de comercio (¿a santo de qué se mantienen esas antiguallas?).

Puestos a criticar lo que hoy ha hecho el Parlamento de Cataluña, hay algo que me parece mucho más preocupante que el afán prohibicionista, que los deseos de abofetear simbólicamente a España en cada ocasión que se presenta o que las restricciones a la libre iniciativa privada. Lo que verdaderamente es para echarse a temblar es que Cataluña es una comunidad con más de 600.000 parados (uno de cada seis catalanes en disposición de trabajar), de los cuales una quinta parte (más de 100.000) no cuenta ya con ningún tipo de cobertura social. Sólo en el último año, se han perdido en Cataluña 300.000 puestos de trabajo.

A pesar de lo cual, el Parlamento catalán se dedica a perder el tiempo, haciéndose pajas mentales a cuenta de las corridas de toros. Y a los problemas reales de los ciudadanos, de aquéllos que si que saben lo que es el hambre y lo que son las cornás, pues que les vayan dando.

Hace falta ser cornúpeta, verdaderamente.

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