¡CAMPEONES!!!!!!

¡CAMPEONES!!!!!!

lunes, 1 de noviembre de 2010

David Gistau

Una fiera pidiendo balón

Cuando jugaba al fútbol, en mi equipo había un chaval de personalidad tan borrada como la de Benzema. Nuestro entrenador, sin sospecharlo, debía de ser un precursor de las técnicas de motivación de Mourinho. Decía que al chico había que azuzarlo gritándole desprecios desde la banda, como en el escarnio a Pedro León ante el periodismo, para que acumulara bronca y ganas de desquite que lo convirtieran en una fiera pidiendo pelota. No funcionó. Una vez que concedió una contra por no correr por pereza a cerrar su marca, y que el Mou de La Chopera le gritó manta, y tuercebotas, y pichafría, y no sé qué otras cosas, el chaval caminó sin prisa hasta la banda, le calzó un puñetazo a su entrenador, se fue al vestuario, cogió su bolsa, se fue, y nunca más le volvimos a ver. En verdad acumuló bronca, pero no la orientó hacia donde debía.

Está claro que Mourinho lo hace mejor. Porque ha logrado, por ejemplo, que Benzema interrumpa esa edad del pavo medio autista en la que prolongaba la fragilidad adolescente -todo él melancolías de emo y auriculares- para descubrirse con ganas de partirle la cara al Hércules. Benzema se nos antojaba un Holden Caulfield al que la temporada se le iba a ir preguntándose adónde van los patos de Central Park cuando se hiela el estanque. Otro episodio de voluntad doblegada por las exigencias de una expectativa. Una vez que un joven de las categorías inferiores iba a debutar con River, Passarella le ordenó que se quitara la camiseta para calentar: «Pesa tanto que llegarás al partido agotado».

Ése era el tipo de cansancio que cabía adivinar en Benzema: como si el escudo de un equipo grande fuera para él lo que la plomada para el buceador. Aunque haya sido declarado muerto en portada, aunque haya llegado a irritarnos porque era en la cancha lo mismo que la enamorada de Neruda en el lecho -«Me gusta cuando duermes porque estás como ausente»-, Benzema insinúa de repente una esperanza de rehabilitación. Una bronca bien orientada. Y Mourinho, que va dando indicios de tener más poderes curativos que el hombre que susurraba a los caballos, en qué es -criterio para los fichajes aparte- francamente mejor que Guardiola: en la gestión de los egos difíciles.

A Guardiola se le van llamándole filósofo, faltándole el respeto, y jurándole enemistad eterna. O se deshace de ellos por no enfrentarlos con pretextos tan superficiales como el feeling, de manera que en el equipo sólo permanecen chicos educados, de los que borran la pizarra antes de que lo pida el profesor. Mourinho los integra, se los atrae mediante el desafío como Clint Eastwood en El sargento de hierro, y logra, no sólo que no vayan a la banda a pegar al entrenador antes de desaparecer para siempre, sino que acepten un compromiso personal con su técnico que en algunos casos llega al deseo de acompañarle por todos los equipos para los que Mourinho trabaje. A Mourinho le das atorrantes y sociópatas, y con ellos te funda la Legión Extranjera. Le entregas un delantero deprimido y, con tiempo, te lo pone a desbordar hasta la línea de fondo para dar pases de la muerte, como el de Benzema a Cristiano en el tercer gol de Alicante.

Cuando en el ambiente todo son pulgares bajados, cuando el periodismo pide embrear a un fracasado y conducirlo a lomos de una mula hasta los límites de la ciudad -yo mismo habría pulsado el botón de eject con Benzema-, no ha de extrañar que los caracteres quebradizos encuentren en Mourinho un refugio donde volver a empezar. Y por el cual volverse fiera pidiendo la pelota.

Lo que sí hay que pedirle a Mourinho es que no aplique con el rival sus técnicas de estímulo. Porque también ha rescatado a David Villa después de meterle presión cuando las frases a lo Coelho de Guardiola, las que sirven para vender cuentas corrientes, no le encontraban solución.

No hay comentarios:

Publicar un comentario