¡CAMPEONES!!!!!!

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martes, 5 de abril de 2011

David Gistau

La invención del genocidio

De tanto usarlas en vano, estamos vaciando de contenido algunas palabras trascendentales. Una de ellas es genoci-dio. Deberían salir los pájaros volando, sólo con que alguien la pronunciara en un parque. Pero pronto significará lo mismo que matanza, luego lo mismo que reyerta, y luego no significará nada: podrá describirse con ella los estragos provocados por un árbitro tarjetero.
El pasado martes, en el adocenado pleno sobre la guerra de Libia -que puede salir mal y dejar a unGadafi rencoroso porque la tuna de Farmacia tomaría Trípoli antes que los rebeldes-, algunos diputados aún pudorosos se contentaron con la palabra masacre, algo tibia para denunciar críme-nes en masa desde que se la atribuyeron en exclusiva a lo que Capone ordenó hacer en un garaje el día de San Valentín de 1929. Sin embargo, hubo otros, como el portavoz socialista Alonso, que, con tal de aplanar cualquier amago crítico contra la epifanía bélica de Zetapé, recurrieron a lo que evoca más horror de cuanto contiene el diccio-nario. Genocidio. En la memoria europea del siglo XX, la palabra genocidio remite a Auschwitz. Ni siquiera los Balcanes amena-zaron ese récord que, segúnWoody Allen, quedó ahí para ser batido por la condición humana. Pero no esta semana, y no en Libia. Genocidio nos conecta con las cáma-ras de gas, con los hornos crematorios, con los cadáveres desnudos en la pala de una excavadora. Miente quien nos diga que en Libia está sucediendo algo comparable a eso. Y miente por los mismos motivos por los que otros mintieron acerca de las armas de destrucción masiva: para poder arrastrar a la guerra a una opinión pública engañada para obtener provecho de su capacidad de compasión o de su capacidad de miedo. O de ambas. Por segunda vez en menos de una década, nos han mentido para meter-nos en una guerra a la que no estábamos obligados por una concepción universal de los derechos humanos: es sólo que compar-tíamos los intereses de uno de los bandos.
El empleo táctico de la palabra genocidio es un eufemismo a la inversa. Para un estudio sobre manipulación de masas, sería interesante diseccionar la sesión del martes. Porque los mismos oradores que instigaron a la guerra con exageraciones y mentiras, también usaron el eufemismo para lo que suele servir: suavizar significados demasiado duros. Por una parte -y esto se aprende en primero de Propaganda-, les convenía magnificar los rasgos criminales del enemigo, y por ello llamaron genocidio a un choque de tribus extranjeras. Por otra, había que simular las contradicciones morales de Zetapé, y por ello llamaron crisis a una guerra, y acción humanitaria a un bombardeo. Empequeñecer donde sobra, aumentar donde falta. Zetapé hace con el mundo lo que Hugh Hefner con las mujeres.

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