¡CAMPEONES!!!!!!

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martes, 17 de mayo de 2011

David Gistau

El 'pichichi' de Voltaire

En una escena de Heat, Pacino vuelve a casa y descubre que su esposa le es infiel. Ella y el amante, ambos en bata, desayunan en la cocina mientras ven la tele. (En una pesadilla de Mourinho, el adulterio consistiría en un trío, y en la cocina se habría encontrado a Stark y De Bleeckere con la indumentaria arbitral y todo). Aun llevando pistola, sólo un modo se le ocurre a Pacino de salvar un ápice de honra: de pronto recuerda que el televisor es suyo, arranca el enchufe y se lo lleva. Podrán zumbarse a su mujer, pero la tele se la queda.

Visto lo de Sevilla, cuando ya no importa que los jugadores del Madrí se conviertan en costaleros de Cristiano, lo poco que queda de temporada va a consistir en intentar que Messi no se quede encima con el televisor. O sea, con el trofeo pichichi, que una conjura de vestuario pretende arrebatarle para que Cristiano se aplique mermelada en las heridas del ego y para apañar un simulacro de propósito que dé algún sentido a estos melancólicos minutos de la basura en los que no hay ni abrazos después de cada gol. Si Voltaire proponía inventar pasiones con las que ejercitarse a la espera de las verdaderas, el pichichi es el orgasmo fingido con el que la parroquia de Chamartín habrá de hacer el tránsito hasta el veraneo. Sólo queda eso y las deliciosas especulaciones sobre fichajes, que cualquier día de éstos terminarán llevando a las portadas de los diarios deportivos al Team 6 de los Navy SEAL. Eso es un medio campo mourinhista, mecagüeeennn... Ésa es una alineación salvadora de civilizaciones. ¿Acaso no sería una herramienta más eficaz que la plancha spengleriana de Pepe para liquidar el ingrávido manierismo del tiqui-taca?

La actualidad siempre nos concede una nueva oportunidad de citar al mozo de estoques de El Gallo quien, comprobando que una locomotora le bufaba en el andén de Atocha, exclamó: «Esos cojones, en Despeñaperros». Semejante burla del coraje a destiempo podría ahora perseguir a este Real Madrid que se atreve en Mestalla y Nervión a hacer los partidos para los que no encontró carácter cuando el Barcelona visitó Chamartín. En Sevilla, el Real Madrid volvió a esbozar la capacidad de convertirse en un equipo plaga que se posa sobre el rival y deja una osamenta. Volvió a recordar que tiene futbolistas a los que sólo falta una sirena para imitar el bombardeo en picado del Stuka. Pero necesitan que los liberen, que les concedan licencia para jugar. Y no que un planteamiento cobarde los transforme en una montonera estéril parapetada lejos de lo que Orfeo Suárez llama las zonas erógenas de la cancha. O es la relajación, o es que el bloqueo psicológico ante el Barsa es más grave de lo que temíamos. Pero resulta que, con la única excepción de la final de Copa, el Madrí ha jugado mejor cuanto menos importantes fueron volviéndose los partidos. Cuando no tenía sentido el zafarrancho cornetero de Mou y se aflojaba la mecanización del talento. Ya que Mou no se irá, y que ya están fatigadas todas las frases que era preciso pronunciar contra él, hagamos como que los partidazos a destiempo del Real Madrid no han de ahondar la frustración de cuanto el equipo pudo haber sido de atreverse, sino que son heraldos de un porvenir mejor. Mou es demasiado inteligente para creerse todas las conspiraciones evasivas que se ha inventado y con las que ha logrado imbuir en la grada una adhesión cerril que le hace fuerte y le permite mantener secuestrado el club, además de reducirlo a un constante alboroto de vivac en el que toda sombra anuncia un enemigo. Sabe que eso no colará siempre, no en el segundo año. Y que ha de alcanzar un contrato en el que pacten su mismidad de sílex y la visión ideal que la historia impone al Real Madrid. Mientras tanto, que Messi no se quede el televisor, encima.

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