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lunes, 23 de mayo de 2011

Juan Velarde Fuertes

Hundimiento de la socialdemocracia: XXX Aniversario

El 12 de mayo de 1981, el gran titular de la portada de «Le Monde» rezaba: «La muy clara victoria de M François Mitterrand va más allá, de la unión de toda la izquierda y agrava las divisiones de la mayoría saliente». El director del periódico Jacques Fauvet, también en la página primera, firmaba un comentario, «El éxito y el porvenir», con esta frase: «Esta victoria es, en fin, la del respeto sobre el desdeño, la del realismo sobre la ilusión, la de la franqueza sobre el artificio; en resumen, la de una cierta moral». Se trataba del último éxito de un planteamiento socialdemócrata en el terreno económico. Francia experimentaba las consecuencias de la crisis derivada del choque petrolífero de los años setenta. En 1980, el PIB por habitante había crecido un escuálido 0,9%. El paro abundaba y Mitterrand, con un planteamiento ligado a lo que podríamos llamar socialismo keynesiano, había prometido aumentar el salario mínimo, mejorar las pensiones y las ayudas familiares, ampliar el número de funcionarios, subir los intereses del ahorro doméstico, mejorar las prestaciones a los parados y emprender una política de estatificaciones.

Las consecuencias aparecieron de inmediato. En el Sistema Monetario Europeo, nada más lograrse ese triunfo, el 11 de mayo de 1981 el franco bajó de 2,3670 a 2,4093 por cada marco alemán; y respecto a la libra esterlina, un 2,2% y en relación con el dólar un 2,4%. Pero, además, en su famoso comentario diario «Au jour le jour», Robert Escarpit, también en ese ejemplar de «Le Monde», recordaba que el 11 de mayo de 1936 se anunciaba que había triunfado el programa de Leon Blum quien, con el Frente Popular, llegaba al Gobierno francés. De lo sucedido entonces, queda memoria en el artículo de M. Kalecki, «The lesson of the Blum experiment», aparecido en «The Economic Journal», marzo 1938. Los economistas, y destacadamente Kalecki, ligado al famoso «circo de Cambridge» presidido por Keynes, comenzaban a observar que si se quería mantener el nivel de empleo no se podían impulsar al alza los salarios y los beneficios sociales, so pena de un inicio de inflación y de un hundimiento de la cotización de la moneda. Pero Blum lo ignoró y provocó un caos económico considerable.

El partido socialdemócrata volvía a incidir, con Mitterrand, en lo mismo, entre otras cosas porque, en el terreno socioeconómico, se había liquidado a Marx tras el revisionismo iniciado por Bernstein —muy influido por la Sociedad Fabiana británica— en sus artículos, publicados de 1896 a 1898 en «Die Neue Zeit», coronados por su carta a Bebel de 20 de octubre de 1898 y el libro «Evolutionary Socialism» en 1899. Sin apoyo intelectual serio alguno anduvo el socialismo hasta que, a partir de la «Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero» de Keynes, creyó haberlo encontrado. Pero, intervenciones como las de Blum y todo lo que casi a renglón seguido intentó la socialdemocracia tras la II Guerra Mundial, originaron el rechazo del propio Keynes, como nos ha relatado Hayek en su diálogo autobiográfico preparado por Stephen Kresge y Leif Wenan (Unión Editorial, 2010): Estos dos economistas se encontraban «sentados leyendo la prensa en la sala de profesores» del King's College de Cambridge. Hayek le mencionó cómo dos keynesianos como Robinson y Kahn apoyaban la política económica que llevaban a cabo los laboristas y que se ampliaba a la línea socialdemócrata europea: Keynes estalló: «No son más que unos tontos. Ya sabe, mis ideas eran importantes en los años treinta y no se discutía sobre la pertinencia de combatir la inflación, Pero puede creerme, Hayek, mis ideas han caído en el olvido. Voy a invertir la opinión pública» . Seis semanas más tarde había fallecido.

Mitterrand no se había enterado de nada, e intentó, hace treinta años, volver a poner en macha ese proyecto socialista keynesiano. Pero el 9 de marzo de 1982, Mitterrand, según el mismo libro de Attali tuvo que exclamar: «¿Por qué tal déficit presupuestario? ¿Por qué todo esto patina?» Y la crisis pasó a enseñorearse de Francia.

En aquel momento se señalaba que la socialdemocracia carecía de originales propuestas socioeconómicas. Al comentar el libro de Tony Judt, «Todo va mal», en su importante nota «Elegía por la socialdemocracia» aparecida en «Revista de Libros» en marzo 2011, señala el profesor Álvarez Junco cómo Judt considera que el mensaje socialdemócrata deriva a que «no basta con ofrecer más eficacia o más abundancia; hay que ofrecer valores, fines buenos y no pensar sólo en costes económicos, también en los sociales, culturales, medioambientales, estéticos». En suma, que no hay ya un programa serio de desarrollo económico. Quien desee saber cómo avanza económicamente un pueblo, debe desertar de los derivados de la socialdemocracia y de los del progresismo campamental.

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