Raúl
Dentro de mi subjetividad y parcialidad –soy un sujeto y no un objeto–, intento acercarme al equilibrio y la justicia. No siempre lo consigo. Y reconozco que me dejo influir por mis predisposiciones, no siempre generosas. También, que esas predisposiciones responden a un cúmulo de hechos que han instalado en mi pacífico ser sensaciones negativas. Raúl está en esos campos. Pero el sábado, Raúl me recordó al de los veinte años. Estuvo grandioso. Jugó de manera formidable, marcó dos goles extraordinarios, clase y oportunidad, y fue el mejor del Real Madrid. Sin Raúl, de poco nos hubiera servido el empate del «Barça» en Valencia.
Y del Real Madrid, pues eso. Que no acaba de encontrarse, que tiene muy buenos jugadores –los pases de Xabi Alonso constituyeron un espectáculo– y que acumula lagunas insoportables de falta de concentración y complejo de superioridad. Pero ahí está y doy por seguro que irá mejorando a medida que avance la temporada.
En resumen, que Raúl dio una buena lección de fútbol, y que bien dosificado, con el estado de forma que presenta, puede ser más que útil a este Real Madrid que todavía no ha encontrado su personalidad.
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