Te damos gracias, Sarkozy
Como se repiten los asesinatos de inocentes a manos de los mismos terroristas, hijos de un único odio, que al cabo de cierto tiempo acaban siendo hombres de paz, interlocutores válidos o incluso parlamentarios asignados a la Comisión de Derechos Humanos, como fue el caso de Josu Ternera, actualmente huido de la Justicia, que no del alcance de los ojos del Gobierno.
Como se repiten los 'debates internos' de esa fantasmagórica 'izquierda abertzale', alias favorito de la propia ETA, a la que ayer mismo se refería el presidente Zapatero tildándola de cobarde por no condenar el último crimen de la banda. O sea, por no renegar de sí misma. Por no transformarse en algo distinto de lo que es. Por no sufrir una metamorfosis semejante a la que convertiría a una víbora en cordero... como si tal prodigio fuese posible. Por no ajustarse a los deseos del optimista antropológico que tiende a confundir sus anhelos con la realidad.
Como se repiten los llamamientos a la entrega de las armas protagonizados por algunos de los pistoleros más sanguinarios, modelo Pakito, precedidos, eso sí, de una larga temporada entre rejas.
Como se repiten las noticias de supuestas divisiones internas en el seno de esa mafia, firmadas por periodistas abrevados en fuentes presuntamente bien informadas, que más que informar cumplen a la perfección su labor de intoxicar, al desvelar discusiones que nunca han superado la prueba del algodón porque nunca han sido otra cosa que señuelos para el engaño.
Como se repite el guión de las negociaciones eufemísticamente denominadas procesos de paz (¡qué asco!). De los fracasos encadenados que han jalonado esta pesadilla que nos asemeja a Sísifo, condenado a cargar su piedra montaña arriba durante toda la eternidad, sin otro horizonte que verla rodar nuevamente hasta abajo para volver a empezar.
Me repito, lo reconozco. Y además, al igual que ustedes, me aburro. Me descorazono. Voy cediendo a la tentación de resignarme a una derrota que ha de llegar por la vía de la desmemoria y el desistimiento… hasta que reparo en un cambio crucial en este guión de la desesperanza: Francia. El viejo santuario. Sarkozy. ¡Gracias le sean dadas! En Francia, a diferencia de lo que sucede aquí, el asesinato de un policía se paga.
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