¡CAMPEONES!!!!!!

¡CAMPEONES!!!!!!

sábado, 24 de abril de 2010

Alfonso Ussía

Samaranch

Acertadísimo José Antonio Vera en su artículo de ayer viernes titulado «¿Condenamos a Samaranch?». Se le fue vivo a Garzón y a los carrozotas de la «Memoria Histórica». Una opinión, ante todo. Juan Antonio Samaranch fue un personaje excepcional, y gracias a su tesón e inteligencia los Juegos Olímpicos se convirtieron en el mayor espectáculo del mundo. Un gran catalán y un grandísimo español, demostración viviente de tan hermosa compatibilidad. Pero Juan Antonio Samaranch, tan hábil en todas sus facetas, no pudo huir del tiempo que le tocó vivir. Salvó su vida milagrosamente huyendo de las atrocidades del Frente Popular –socialistas y comunistas–, en 1936. Lo hizo por mar, a bordo del «Urania». Los comunistas perseguían al joven Samaranch para asesinarlo amablemente, y el joven Samaranch, haciendo uso de toda su amabilidad, consiguió salvar su vida. Más tarde, en el franquismo, fue falangista, procurador en Cortes, Consejero Nacional, Delegado nacional de Deportes y Presidente de la Diputación Provincial de Barcelona. No son pocos los altos cargos de Samaranch durante el régimen de Franco. Pero lo importante son los resultados. Samaranch se ganó la confianza del Rey, de la UCD, del nacionalismo y socialismo de Cataluña, del COI y del «sursum corda» de habérselo propuesto. Fue embajador de la España de la transición en la Unión Soviética. Y alcanzó la culminación de su existencia en sus veinte años al frente del Comité Olímpico Internacional. El deporte en España creció en calidad y cantidad en torno a su figura. Y terminó con el cinismo olímpico de los «amateurismos» y profesionales. Sólo en un detalle se me antojó rarísimo. Comía los guisantes con el cuchillo. En Lausana, cuando Don Juan repatrió los restos mortales de su madre y sus hermanos, nos ofreció a los que le acompañamos un almuerzo en el Hotel «Royal Savoy». Don Juan sentó a Samaranch frente a él, flanqueado por Pepe Mario Armero y Guillermo Luca de Tena. Yo me senté a la derecha de Pepe Mario, que fue el que me avisó: «Juan Antonio come los guisantes con la pala del cuchillo. Como se equivoque, nos quedamos sin Presidente del COI». Y así era. Me quedé con las ganas de preguntarle por esa costumbre tan extraña. Pero esto es una anécdota. Samaranch ha sido la gran figura del deporte mundial del siglo XX, a la misma altura que la del barón de Coubertin o de Jules Rimet, creador del Mundial de Fútbol.
Aparentemente sosegado pero con un carácter fuerte y decidido. En su persona se reunía con fuerza de cualidad el tópico, en tantas ocasiones mal atribuido, del «seny» catalán. De su españolismo no cabe albergar ninguna duda. Como todo gran hombre, tuvo también sus sombras y sus enemigos. Los ingleses le odiaban, porque no aceptaron el protagonismo y la fuerza que Samaranch concedió a los comités olímpicos africanos y asiáticos. No se pueden inventar los dolores y duelos universales. La muerte de Juan Antonio Samaranch ha sido una noticia triste en todo el mundo, y esa tristeza universal es un argumento irrebatible. Hoy, España añora su presencia callada, pero siempre influyente. El deporte español es otro, infinitamente más grande, gracias a él. Escapó del Frente Popular y de la Memoria Histórica con Garzón de intérprete. Por fortuna para él, para Cataluña, para España y para el Movimiento Olímpico. Buenos vientos, y que en la eternidad no haya guisantes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario