¡CAMPEONES!!!!!!

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sábado, 24 de abril de 2010

David Guistau

Sexadores de Fachas

Es fama que Serrano Súñer, entonces ministro de la Gobernación, llamó al embajador británico para preguntarle si necesitaba más guardias para proteger la embajada de los estudiantes que se manifestaban por la españolidad de Gibraltar: «No hacen falta más guardias», contestó el embajador; «basta con que mande menos estudiantes».

El de otro acoso, el que sufre el Supremo caracterizado de pronto como una noche de los muertos vivientes del fascismo, fue el argumento que gravitó ayer sobre la sesión de control. Y podría decirse que los miembros del Gobierno hablaron con la misma doblez que Serrano Súñer. No hacen falta proclamas huecas ni defensas retóricas de la solidez institucional del Tribunal y el respeto que merece. Bastaría con que mandaran menos mamporreros de la ceja, y menos secretarios de Estado como Zarrías, y menos miembros de la Ejecutiva como Zerolo, sin que su participación en la presión al Tribunal inspire el reproche de esos supuestos custodios de la democracia con responsabilidad de Gobierno.

A la bancada azul era posible intuirle cierta mala conciencia, no ya por la exageración nihilista en que ha desembocado la defensa de Garzón, sino incluso por el desgarro social en unos términos volátiles que favorecen el regreso como poltergeist de la Guerra Civil. Estuvo incómoda con la ofensiva popular, y ello se notó con el intento de sabotaje de las preguntas con un ruido constante desde los escaños socialistas que obligó a José Bono a intervenir exigiendo silencio. Tanto De la Vega como Chaves y Caamaño procuraron despejar a córner el «no pasarán» de los garzonistas amparándose en una estrategia pactada: no responder a las preguntas, no intentar argumentar una defensa imposible de Zarrías ni de los gremlins de la ceja y, sobre todo, acogerse a sagrado en la palabra Gürtel para distraer la atención y acusar a los populares de ser quienes no respetan al Poder Judicial. Una defensa pobre, de juego subterráneo, que delató hasta qué punto se sentían en inferioridad moral por su conexión con la salida de procesión por las universidades del juez Garzón que tanto desgaste institucional viene causando. Sáenz de Santamaría se mofaba de la estigmatización fascista de todo lo que respire más allá del Progreso: «Cuando Franco vivía, yo estaba en el colegio coloreando». No así algunos apologistas de Garzón que, como Villarejo, sexan fachas en cuanto les prestan un micrófono: ellos ya tenían hecho el juramento de lealtad al Movimiento.

El otro tribunal que anda maltrecho es el Constitucional. Los partidos catalanes, entre los cuales Joan Herrera tuvo la intervención más intensa, reclaman su disolución para que otro «renovado» herede el entuerto del Estatut. Zapatero apenas replicó con una perezosa vindicación del «papel ejemplar» que este tribunal habría desempeñado en democracia. Más palabras huecas, ineficaces remiendos para una crisis de las instituciones que ahonda aún más la brecha abierta por la otra crisis, la económica, la del desempleo. Matinales como la de ayer no animan precisamente a encarar con fe el porvenir.

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