¡CAMPEONES!!!!!!

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lunes, 19 de abril de 2010

Lucía Méndez

ASUNTOS INTERNOS

Baltasar, Pepito y la Historia

José Bono y Baltasar Garzón son dos amigos que estos días tienen mala cara. Sus vidas vuelven a cruzarse, predestinados como estaban desde que nacieron. Baltasar y Pepito -así le siguen llamando los vecinos de la familia- son de pueblo y crecieron con estrecheces en la pobre España de los 50. Baltasar en Torres (Jaén) y Pepito en Salobre (Albacete). Como el inolvidable Daniel 'El Mochuelo' de Delibes -tan hermosamente evocado por Luis Mateo Díaz en el homenaje de la Academia al gran escritor fallecido- dijeron adiós al río, al monte y a los bichos para estudiar en la capital. Eran listos y, de la misma forma que Escarlata O'Hara juró sobre la tierra de Tara no volver a pasar hambre, Baltasar y Pepito juraron que nunca iban a pasar inadvertidos. No se conformaban con la vida de los simples mortales. Ellos iban a mirar de frente a la Historia.

Baltasar no quería ser un juez más. Quería hacer justicia a escala planetaria. Hubiera dado una mano por instruir el sumario del juicio del fin del mundo. Pepe nunca se conformó con ser un político del montón, un presidente autonómico cualquiera. Quería ser presidente del Gobierno, tener una corte y organizar vistosas cabalgatas en sus tomas de posesión para epatar a sus paisanos. "Hay que ver a dónde llegó el muchacho", dicen en Salobre. Los dos eran famosos cuando se conocieron y rápidamente se dieron cuenta de que eran almas gemelas. Ambos fueron los autores intelectuales de la victoria de Felipe González en las elecciones del 93. Garzón ya era un juez estrella, pero quería más: limpiar el PSOE de corrupción. González le utilizó y después le dejó tirado. Fue el primer revés en la carrera hacia la gloria de aquel niño pobre de Úbeda. Su venganza fue terrible. Años más tarde, su amigo Pepe sufrió su propio Waterloo, cuando un joven desconocido le arrebató la posibilidad de ser presidente del Gobierno. No obstante, nunca dejó de tener corte, allá donde estuviera. Su hija mayor no podía casarse con cualquiera. Tenía que emparentar con el famoseo y la nobleza. Su hija pequeña no podía ser bautizada en otro sitio que en el altar mayor de la catedral de Toledo con el Nuncio Apostólico de Su Santidad como oficiante. El niño de Salobre necesitaba 'pedigree'. De ahí la hípica y la casa solariega restaurada como para salir en el 'Hola'.

Baltasar y Pepito atraviesan momentos difíciles, bajo el fuego graneado de sus enemigos. Su situación no es exactamente la que ellos habían previsto, aunque han logrado su objetivo de no pasar nunca inadvertidos. Llevan 20 años en las primeras páginas de la vida española. Y ahí siguen, para bien o para mal, dependiendo de quién sea el opinante. Si se hubieran conformado con ser normales, nunca habrían llegado a esto.

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