Martín Prieto

Pederastia religiosa

He tenido la suerte de educarme durante cinco años de mi adolescencia en un internado de la orden salesiana: 1.200 educandos con unos seiscientos religiosos encerrados en las afueras de Sevilla, creo que todos a régimen de agua con bromuro. Era un universo superior a cualquier encuesta y jamás tuve noticia que se diera pederastia alguna en tamaño universo. Los salesianos pasaban la noche recorriendo los dormitorios con linternas hasta para evitar una mínima masturbación, imposible por el extenuante cansancio y el antedicho bromuro. Todo se oculta, y es verdad que en aquella galaxia había un cura homosexual hasta de maneras, que procuraba sobar el culo de alguno de los internos. La propia orden de San Benito le tenía medio recluido e hipervigilado, y los internos le tomábamos a broma.
Hay en estos momentos una campaña contra el Papa Benedicto XVI como si fuera un amparador de la pederastia en la Iglesia. Entre toda la grey católica hay pedófilos como en la General Motors en su pasado esplendor, como hay enfermos de tuberculosis entre los maestros sin que el bacilo de Koch sea sustancial a la enseñanza. Si el Papa no hubiera sido antes el cardenal Joseph Ratzinger no estaría pasando por este trance, pero el anticatolicismo progresista y mostrenco no le puede perdonar haber sido un estricto sostenedor de la teología paulina. Se puede criticar el papado históricamente, pero este enfermizo intento de relacionar al Papa con la pedofilia es uno de los más miserables intentos de la izquierda irredente. Es como si al fascismo se le hubiera ocurrido acusar de sodomía al sovietismo y a Stalin de maricón. Una histriónica payasada sobre el agua.