¡CAMPEONES!!!!!!

¡CAMPEONES!!!!!!

lunes, 3 de mayo de 2010

David Guistau

BARRA BRAVA

Sólo nos queda el Inter

El criterio español no distingue entre jugar bien y jugar bonito. Tendemos a creer que es lo mismo, y por ello nos espantó el estilo del Inter, que jugó feo, pero no mal. De hecho, llevó la eliminatoria al único registro en el que es posible desactivar al Barsa, aunque sea a costa de mutilar la estética. El Villarreal, urgido por el criterio español, intentó jugarle bonito, y fue aplastado por un Barcelona tan enamorado de sí mismo otra vez que no tuvo que prender aspersores para evacuar la bilis de la derrota.

El Real Madrid ganó, apurado y agónico, un partido en el que Osasuna casi cierra el campeonato por la escasa intensidad madridista, Cristiano aparte: él existe en un microclima propio. El Madrí se agarra a la vida como José Tomás a la muñeca de su subalterno. Y mientras, el Barsa resucitó con un golpe de carácter que le perfila como campeón. Apenas un consuelo, una pedrea, cuando la final de Chamartín era el grial de la temporada. Aun así, peor será el balance del Real Madrid. Que, después de un proyecto que nos iba a poner a todos a oler napalm por la mañana, apenas habrá podido festejar una victoria ajena, la del Inter, cutrísima prótesis de un título que exigía la galanura de no ir nadie a Cibeles: esa obsesión por el rival, basada en un complejo de inferioridad asumido, es nueva en la identidad madridista, que antaño sólo era extrovertida para celebrar los éxitos propios. Y a veces ni siquiera éstos, pues las épocas de plenitud alentaron una suerte de cansancio aristocrático por el que ganar una Liga valía poco más que cazar un ciervo. La alegría excesiva era cosa de pobres a los que ha tocado la lotería, y no de ganadores rutinarios. Qué tiempos, aquéllos. Y qué tiempos rasantes, éstos que nos obligan a pedir al Inter un papel de extra en la ebullición de su gloria.

Un Real Madrid que agoniza a pesar de su galopada estéril encima ya está roto por el debate acerca del entrenador. Destruirlo todo para crear el embrión del fracaso siguiente, a la manera de Jesús Gil y del propio Florentino Pérez en su primer ciclo. Esa ansiedad es la que probablemente termine pulsando el botón de eject que obligará a los astrónomos a catalogar como planeta a Pellegrini. Él será sacrificado para que el periodismo oculte los defectos de una plantilla mal hecha, de unos cracks decepcionantes que siempre se encogieron en los partidos determinantes, y de un concepto inválido que ya pegaba gatillazos memorables cuando Pellegrini no vivía en Madrid.

Las terminales propagandísticas de Florentino, las mismas que llevan una semana haciéndole un servicio completo a Kaká como si su gol de Zaragoza valiera 66 millones y le permitiera proseguir con su perezosa pretemporada del Mundial, pretenden ahora ponernos en manos de Mourinho, como si su báculo de matador del Barsa fuera a abrir las aguas por las que la tribu madridista ha de regresar a la tierra prometida. La hinchada no comparte el anhelo, apegada al criterio de bueno y bonito y renuente a pagar por aburrirse. Y, además, ocurre que Mourinho representa el tipo de entrenador que jamás podría trabajar bajo Florentino sin que acabaran entrando en Chamartín los cascos azules como fuerza de interposición. Demasiado protagonismo personal, que se lo escamotea al palco.

Demasiado carácter de quien procura influir en la institución toda. Demasiado criterio propio. Florentino necesita técnicos resignados a un espacio ínfimo que apenas concede autoridad para hacer la alineación de cada domingo. ¿Imagina alguien a Mourinho, con su carácter de Gargamel comiéndose un pitufo, aceptar que le hagan los fichajes sin consultarle siquiera? ¿Le imagina alguien permitiendo que le vendan -Robben y Sneijder- los jugadores que acaba de declarar necesarios? Mourinho manda, y eso constituye una afrenta a Florentino, quien de los entrenadores no espera mucha más personalidad que del piloto hinchable de Aterriza como puedas.

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