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martes, 18 de mayo de 2010

Santiago González

¿Hay una 'vía Txusito'?

Los espíritus sensibles pueden encontrar perturbador que los etarras consideren abierta lo que llaman la 'vía Txusito' para la negociación con el Gobierno, en alusión al presidente del PSE, Jesús Eguiguren. No hay respeto. En rigor, tampoco lo hubo la vez anterior, cuando Arnaldo Otegi y compañía llamaban 'los gorrinos' a la dirección de los socialistas vascos. La carta crítica hacia ETA de unos terroristas presos acaba de crear un cierto verosímil de otro proceso negociador.

Que no cunda el pánico. No se trata de que Caride Simón, Urrusolo, Guisasola y compañía sean un destacamento negociador de la banda, sino unos presos que buscan solución para lo suyo. Son más explícitos, pero están en la línea que antes transitaron 'Pakito', 'Makario' y otros, en septiembre de 2004. Proponen que se reconozca a sus víctimas, a las que se destina una parte simbólica de sus simbólicas retribuciones en las cárceles.

No se puede decir tampoco que haya una negociación en marcha. Muy probablemente se trata sólo de lo que antes se llamaba 'toma de temperatura'. Eguiguren estuvo poniendo el termómetro a Otegi durante cuatro años, antes de que el PSOE llegase al poder. Cuando aquellas charletas cristalizaron en el anuncio de la tregua, el 22 de marzo de 2006, Eguiguren, que se enteró por la radio del coche, según confesión propia, paró el vehículo y puso una casete de Pablo Milanés que llevaba para el día D: «'Yo pisaré las calles nuevamente / de lo que fue Santiago ensangrentada, / y en una hermosa plaza liberada / me detendré a llorar por los ausentes'».

La versión oficial sólo admite haber tenido conocimiento de las gestiones de Eguiguren en 2004. Sin embargo, Zapatero aún lo negaba el 24 de abril de 2005, en entrevista a 'El País': «El Partido Socialista no ha mantenido ninguna relación con personas que puedan representar a la extinta Batasuna. No ha habido ni hay relación alguna, ningún diálogo».

La veracidad no es una de las pasiones incontenibles del presidente del Gobierno, y éste es uno de los problemas graves de la política española, ya sea en lo tocante a la crisis económica, a la reforma del mapa autonómico o a las negociaciones con los terroristas. Un suponer: eso que se llama 'tomas de temperatura', ¿es una actuación legítima de un Gobierno? Uno diría que no sólo legítima, sino obligatoria. El problema de la negociación de 2006 no es tanto su fracaso como la mentira. También fracasaron las que mantuvieron antes Felipe González en Argel, 1989, y Aznar en 1998/99, durante la tregua de Lizarra. Si éstas no degeneraron en conflicto político fue porque en ambas se recabó el consenso de la oposición y se impartió información suficiente y veraz sobre las mismas.

No parece que hoy esté el horno para bollos negociadores. La carta de 'los Carides' sólo es un signo evidente de que ETA está en sus momentos más bajos y hasta este Gobierno puede haber aprendido algo de su negociación anterior. No hay nada que hacer antes de que la banda anuncie su disolución, ni sería imaginable después lo que en otro tiempo pudo ser el precio mínimo de la paz: la libertad de sus presos.

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