¡CAMPEONES!!!!!!

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lunes, 12 de julio de 2010

Gabriel Albiac

Alianza de lapidaciones

Hoy llega a Madrid Manucher Motaki. En la fiebre de gozo y ruido en torno a la gran liturgia del fútbol, tal vez eso no interese a mucha gente. Manucher Motaki es ministro de exteriores de Irán. Aliado principal, por tanto, del presidente Rodríguez Zapatero y de su fiel Moratinos. Fueron los ayatolahs iraníes quienes acuñaron la fórmula de la cual el gobierno español iba hacer su única bandera en política internacional: «alianza de las civilizaciones». Sobre la base, claro está, de los valores que, por haber sido dictados por Alá a su Profeta, asientan sobre suelo inalterable los tornadizos caprichos de los hombres.
Ayer las autoridades iraníes daban a conocer que no sería, de momento, ejecutada la sentencia de lapidación contra Sakineh Mohammadi-Ashtiani. No daban ningún detalle sobre lo que sucederá después. Mohammadi-Ashtiani sigue condenada a muerte. Lleva así cinco años. Puede cerrarse su paréntesis de vida en cualquier instante en el cual la autoridad religiosa que aplica la sharía lo juzgue conveniente. Si tiene suerte, morirá colgada de una grúa. Si el clérigo concernido exhibe su rigor literalista, será lapidada. Es lo que la sharía impone para el abominable delito por el cual la condenaron, sin pruebas y por convicción moral del presidente del tribunal: adulterio.
Como todo cuanto concierne a lo coránico, es la lapidación de las adúlteras un ritual primorosamente codificado. El Código Penal iraní de 1979, que restablece en su puridad la norma islámica, especifica en su artículo 102 el modo en que, a diferencia de los hombres, que lo son hasta la cintura, deben las mujeres que se va a lapidar ser enterradas hasta el pecho y, por respeto elemental al pudor, ser cubiertos sus rostros con un velo. El artículo 104 da razón del instrumento litúrgico que acabará con la vida de la pecadora: piedras, que deben ser «no tan grandes como para matar a la persona de uno o dos golpes, ni tan pequeñas como para no poder considerarlas piedras». El castigo debe ser largo y doloroso, antes de alcanzar su objetivo. No es tan sólo la muerte lo buscado. La muerte es poco para la impura que ofendió a su varón y a su Dios. Pero, en fin, así son las «culturas» que aceptan aliarse a la de los socialistas españoles. Ni una palabra contra Motaki del Zerolo que prohibió heroicamente la presencia en su Desfile a los homosexuales del único país del Cercano Oriente en el cual serlo no implica la peor muerte. Pero Israel no está bien visto por nuestro civilizatorio aliado Irán, unánime en el fervor piadoso de exterminar judíos, homosexuales o adúlteras.
Manucher Motaki aterriza hoy en un país dichoso de su fútbol. Lo recibirá un ministro dichoso de sí mismo, tal vez porque aún no entiende cómo alguien de su brillantez y expediente puede tener en sus manos la diplomacia de un país más o menos moderno. Departirán como varones civilizados. Nos consuela saber que el ministerio español nos haya asegurado que su política exterior es siempre «muy exigente» con el respeto de los derechos humanos y con el cumplimiento de todas las convenciones internacionales. A la adúltera que aguarda a ser reducida a pulpa por piedras de grosor coránico, esa «exigencia» va a reconfortarla mucho.

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